LA FE EN TIEMPOS DIFÍCILES
Palabra del Papa, palabra de la Iglesia, palabra que viene de Dios, fuerza del evangelio que asegura nuestra fe. ¿Tiempos difíciles? No. Nosotros somos el tiempo. ¿Tiempos sin fe? No. Nosotros somos testigos de todo lo contrario. ¡Ánimo! Nos lo asegura nuestro jefe: Yo he vencido al mundo. Si permanecéis en mi amor, yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo.
ALGUNAS PRECISIONES
1.- Los tiempos no son ni buenos ni malos; nosotros somos el tiempo. Buenos o malos somos nosotros. La obra de Dios que es el mundo que habitamos podría volverse un paraíso, si nosotros fuéramos ángeles de paz. Pero no lo somos. Y por eso llegamos a creer que los tiempos son malos. Estamos mal acostumbrados a buscar ansiosamente en los demás, lo que está dentro de nosotros. Nosotros somos el tiempo, y este será bueno o malo dependiendo de nuestra conducta. Así han razonado los mejores de nuestra raza espiritual, como San Agustín o Newman, como Teresa de Jesús o Alberto Hurtado. Hombres y mujeres que entendieron, vivieron y predicaron el evangelio a tiempo y destiempo, siguiendo a los líderes del tiempo primero, los apóstoles y los mártires desde el tiempo siguiente a Jesús, muerto y resucitado.
2.- La fe es producto y servicio que está siempre al alcance de la mano, no se transa en la bolsa de la vida, porque lejos de ser una conquista de los más astutos, sabios o poderosos es un regalo que se ofrece a todos, con preferencia absoluta de los pobres, los ignorantes, los necesitados, sin dejar fuera a nadie que tenga la apetencia mínima de recibirla. Sin la humildad de aceptar lo gratuito que viene de Dios y que nos revela que somos creaturas, la fe se desvanece. Somos creaturas y no creadores, discípulos y no maestros, buscadores de la verdad y no cancerberos autorizados de la misma.

Fuente: Portal Cathopic
“…Sin la humildad de aceptar lo gratuito que viene de Dios y que nos revela que somos creaturas, la fe se desvanece…”
3.- Dios, manifestado en Jesús el Cristo es la verdad, el camino y la vida y el tiempo no es otra cosa que el momento fugaz en que fluye nuestra vida, el más o menos pequeño instante en que nos movemos y somos bajo el soplo del Espíritu que crea y recrea el universo, que nos precede y que nos supera en las nuevas generaciones.
4.- ¿Será posible que la fe se extinga en el mundo? ¿Será verdad que los tiempos son culpables de la sepultura de la verdad de Dios, como aseverara el intempestivo Nietzsche, al mismo tiempo que el enterramiento de la verdad del hombre como pregonaron los existencialistas extremos?
¿El catolicismo ¿acorralado o avergonzado?. A pesar de que somos, junto a otros cristianos con algunas diferencias –protestantes, evangélicos, anglicanos, ortodoxos- casi un tercio de la humanidad, en la hora presente ante los medios de comunicación estamos siendo acusados, cercados, vilipendiados y en buena parte despreciados, no tanto por nuestro modo de pensar, sino porque muchas de nuestras actuaciones muestran la incoherencia evidente con la fe que aseguramos tener.
Somos católicos y estamos en la vida pública, es decir, gozamos del don magnífico de la fe y estamos expuestos a la intemperie, como testigos del amor que viene del Señor que ha vencido la muerte, al mundo, al pecado y al demonio: ¿Por qué vamos a temer? ¿Por qué vamos a bajar la cabeza ante nuestros adversarios, que vociferan

Visita del Papa Francisco Fuente: Portal El País.
contra nosotros aunque sean menos numerosos que nuestros amigos, si contamos con el que todo lo puede, todo lo tiene y todo lo es?
“¿Por qué teméis, hombres de poca fe: ¿Acaso no estoy Yo con vosotros hasta el fin del mundo, hasta el fin del tiempo? Es la palabra de Jesús frente a la opinión precipitada y superficial de muchos malos agoreros de nuestro tiempo.
Algunas falacias que se repiten Nos hemos acostumbrado a una opinión pública poco favorable a los creyentes y muy especialmente a los creyentes que somos católicos. Sintetizando lo que está en el ambiente que nos rodea, llegamos a percibir que:
– La fe se extingue. Dios está en retirada. La Iglesia retrocede. La historia de la humanidad va arrasando los últimos baluartes del espíritu. Todo es materia, todo puede explicarse. ¿Para qué poner a Dios, si el hombre es el único y verdadero dios? ¿Para qué vivir contra el instinto, el placer, el jolgorio permanente? Dios es el estorbo al progreso de la humanidad. Algunos solo se atreven a sugerir: “Es probable que Dios no exista: Goza la vida. “La mitad de los jóvenes no es creyente: Y ¿tu?” Así decía la pancarta que un grupo de lesbianas, homosexuales y abortistas enfrentaron al papa cuando visitaba la ciudad de Barcelona.
– Los nuevos pontífices laicos nos lo reiteran desde los nuevos púlpitos de la prensa liberal y de izquierda. En nuestro medio están liderados por intelectuales de universidades y centros de estudios que se ufanan de su profanidad o laicismo que vienen a ser sinónimos. Como dijera acertadamente Benedicto XVI, son los portavoces de la dictadura del relativismo, la nueva religión de los que a sí mismos se reconocen como escépticos, para no llamarse ateos, que no suena tan bien, es más beligerante y políticamente incorrecto. No olvido la cruda sentencia bíblica del Eclesiastés: “El número de los necios es infinito”. No habría tantos necios, si no hubiera maestros que los amaestraran, limitándoles certeramente el ámbito de la verdadera sabiduría que no puede construirse sino con toda la verdad, la humana y la divina, la de la naturaleza y la de la gracia. Junto a otros columnistas de diferente calado, es bastante común leer los días domingo temas que sugieren lo mismo: la decadencia y el fin de la fe en un mundo más desarrollado, pluralista, laico, moderno, revolucionario, antitradicional. De tanto reiterarlo, hasta ellos mismos llegan a convencerse de su propia necedad.
En los países de mayor desarrollo económico, la fe se va retirando lenta, pero seguramente: Ahí están los viejos pueblos de Europa, con sus templos desiertos, los seminarios y conventos semivacíos, los signos de la fe convertidos en mitos ciudadanos de un pasado calificado como infantil y retrógrado: Las iglesias convertidas en salas de conciertos, los conventos en hoteles de categoría, los seminarios en cárceles o en centros culturales, los calvarios de piedra o los caminos de peregrinaje en motivo de encuentro consigo mismo, en trasuntos de autorreferencia, de poesía o de misterios paraorientales; el Papa y los obispos ya no tienen el prestigio y la autoridad cultural y moral de antaño.
Los monjes y sacerdotes, hombres y mujeres consagrados disminuyen y algunos de ellos son acusados de escándalos reiterados de desvíos contra la naturaleza, mezcla de pedofilia y degeneración homo y heterosexual: Certeramente se calificaban tales conductas bajo el anatema moral que decía “corruptio optimi, pessima” (lo peor es la corrupción de los mejores). Curiosamente el pecado de que se les acusa es la orientación que por otro lado propician los acusadores: libertad sexual, todo está permitido, el prohibido prohibir de las juventudes de los sesenta. Los laicos o seglares que constituimos el innumerable ejército de la Iglesia, -en las estadísticas somos mayoría creyente-, hemos perdido la fuerza de la convicción o caído en una progresiva ignorancia, donde las referencias a nuestra fe quedan reducidas a ritos sin vida, a santos descoloridos y a costumbres antiguas en nuestros ritos de la vida y de la muerte, sin alcanzar a reavivar con fuerza el valor de nuestros sacramentos, que en muchos casos se han convertido en rutinas sin sentido, más parecidas a fantasmagorías de Halloween que a fiestas
pascuales, a restos de viejos pascueros y trineos que a sabor profundo de la Navidad de la paz, de los ángeles y los belenes, de los villancicos y por sobre todo de la sagrada familia.
Finalmente y por si fuera poco lo anterior, nos encontramos con una visión pesimista sobre otras formas de fe, judías, musulmanas o budistas que no alcanzan a ser reconocidas sino por su racismo, fanatismo o simplemente por un nirvana lleno de incienso e inmovilidad beatífica. Mala compañía para un cristianismo que físicamente ha llegado hasta los confines de la tierra, pero que lejos de transformar la cultura pagana, se ha dejado confundir por ella, adquiriendo como propios los conceptos de relativismo, pluralidad, tolerancia o sincretismo que no son más que sedantes para el adormecimiento colectivo del mundo espiritual.
LA IGLESIA EXISTE Y SE RENUEVA
No obstante que los ataques y algunos de los síntomas anteriores tienen considerable sustento –son verdades a medias-, aparecen hoy ante nuestros ojos algunas series de otros hechos que vienen a desmentir la tesis de los pontífices profanos y de sus corifeos en organismos internacionales, en la mayoría de los partidos políticos y en las grandes cadenas de periódicos en el mundo occidental. He aquí solo algunos de estos hechos que desmienten a la ola de acusadores.
1.- Hay más fe en el mundo cristiano hoy dia, como no la hubo nunca, en parroquias y movimientos, en colegios y universidades, en comunidades de variados propósito de bien público, en agrupaciones de profesionales, de empresarios, en fundaciones de ayuda a los pobres, en recintos deportivos, cofradías y hermandades, y también en infinidad de sitios en la red, que llegan a todos, todos los días, con la fuerza del evangelio. Es cierto, hay que reconocerlo con hidalguía, que todavía esta noticia no llega a los reinos, las repúblicas y los grandes centros del poder, de la banca, de los grandes consorcios comerciales y de las comunicaciones globales. Como la pauta del mundo la llevan ellos, es natural que a nosotros no nos reconozcan casi nada.
2.- Hay más santos que nunca por kilómetro cuadrado en toda la tierra, canonizados o no, que dan testimonio callado en los cinco continentes, capaces de entregar la vida, en cada país de la tierra, aunque no necesariamente ocupen los primeros puestos en las asambleas, ni se den a conocer sus obras en los telediarios y noticiarios de radio y TV. Los crímenes, las corrupciones y el futbol son capaces de hipnotizar a las masas cada día y cada noche en interminables ruedas de noticias, reportajes y comentarios de indefinible sustancia intelectual. También ocupan espacio los pecados de algunos cristianos, sobre todo los de aquellos a quienes la misma comunidad cristiana quisiera tener como militantes de primera fila y hasta líderes de formidables movimientos. Esos temas son presa de gran magnitud para la farándula. El daño que han hecho a la iglesia algunos singulares escándalos han producido heridas que tardarán tiempo en cicatrizar.

CELEBRACIÓN EUCARISTÍA CATÓLICA. OTRO TIPO DE CELEBRACIÓN. FUENTE: PEXELS.
3.- Nunca el nombre de Dios había estado más presente, para bien de la sociedad contemporánea, con motivo de reiteradas catástrofes y violencia, de pobreza y de miseria, de amenazas y de guerras. A pesar del ambiente poco propicio, que se encargan de administrar algunos líderes del relativismo -materialistas totalitarios y liberales unidos- se oye el clamor de los pobres que invocan sencillamente el auxilio de Dios, que hacen referencia a los milagros y el sentido de la fraternidad cristiana se impone de mil maneras distintas en todos los continentes y hasta en los últimos rincones del planeta. A pesar de la frivolidad con que suelen tratar estos temas los medios, la fuerza de la fe arrolla incluso a sus propios reporteros ignorantes y superficiales.
4.- El número de misioneros, perpetua o temporalmente consagrados a la causa de Dios, ha ido en aumento exponencial en los continentes de América y África, así como en Asia, en el medio oriente y en Oceanía. En nombre de Dios, legiones de soldados rasos del evangelio, no seguidos por los grandes rastreadores de hechos significativos llegan a África, a América, a los países inmensos de Asia, a la India con una fraternidad que no es otra cosa que el nombre del evangelio hecho vida siguiendo las mejores prácticas de la comunidad cristiana de todos los tiempos. Los nuevos templos de la nueva cristiandad se construyen con estos misioneros que inundan el mundo en nombre de la fe que los inspira y del amor que los congrega. Los grandes templos de hoy son galpones industriales o salas de reuniones, mientras las catedrales del Medievo se convierten en museos o grandes cementerios de la fe de tiempos medievales.
En consecuencia, si el hombre humilde y humillado, sencillo y trabajador, familiar y creyente, está siendo conducido por el evangelio de la fraternidad, es que Dios está siendo entronizado como Padre. Nunca mejor expresada la presencia del Padre, de nuestro Padre, del “Padre nuestro” en el cielo y en la tierra, que con esta tarea que se extiende hasta los últimos confines del planeta.
Por cierto que es en los lugares más humildes, donde la presencia de Dios aparece, aun con signos de inusitada sencillez. ¿Quién no advierte con afecto el santiguarse, arrodillarse o señalar con las manos al cielo por parte de los futbolistas, la invocación de los trabajadores de las minas junto a sus humildes familias, los millones de peregrinos que siguen llenando con sus plegarias los miles de santuarios que llenan la geografía del planeta?
Frente a estas manifestaciones de una fe sencilla, sin conflictos psíquicos, ni complicaciones normativas de códigos ignorados, los hombres y mujeres, principalmente los más simples reconocen su sincera fe que podrá estar enquistada, muchas veces, en formas poco modernas, científicas o tecnológicas, pero que expresa en su prístina hermosura el alma sencilla, humilde y agradecida de tantas personas.
5.- A doscientos años de la revolución volteriana, que trató de ahogar el sentido mismo de Dios en la humanidad, empezamos a sentir cómo hay líderes políticos que se atreven a pronunciar el nombre de Dios en público, seguidos por otros actores secundarios, a pesar de la crítica de los pseudointelectuales que lo encuentran excesivo a todas luces. Mientras parlamentarios de Europa intentan retirar las cruces de las escuelas y edificios públicos, millones de cruces florecen a lo largo de los caminos y tapizan las poblaciones sencillas de los barrios populares. Y como la ignorancia es supina, no advierten que la bandera de la Unión europea es nada menos que la corona de las doce estrellas del apocalipsis con su fondo azul que hace elevar los ojos al cielo a quienes la tienen como insignia de los nuevos tiempos, mientras entonan la canción de la alegría de Beethoven que no es otra cosa que la expresión de la fraternidad que emerge desde el evangelio. Como en el tiempo de Tertuliano, la sangre de los mártires es semilla de cristianos. Cuanto más nos persiguen, más crecemos en cantidad y en calidad.
6.- Y, finalmente, la gran paradoja: Los increyentes viven exigiendo moral y fe, coherencia y lealtad a quienes ellos mismos denigran y de quienes dicen desconfiar, porque predican la fe en Dios y porque tratan de imponer la racionalidad de la moral que deriva de la misma fe, junto a la misma razón: ¿Quién les entiende? Son la irracionalidad misma dispuesta a impermeabilizar al mundo contra el sentido de la trascendencia y contra la osamenta acerada y sólida de la fe.
Frente a ellos, el Papa y los obispos, que actúan siempre con razón y fe, se hacen sentir cuando los problemas del mundo se encrespan, sobre todo cuando atentan contra la vida de los más inocentes –los niños y los viejos- . La Iglesia en sus líderes y en sus fieles se ven enfrentados injustamente ante ataques inmisericordes que tratan de exigir siempre a la Iglesia la pureza que los acusadores no respetan y el bien que no promueven.
En conclusión: ¿Por qué, si ya no tuviera importancia, le dan tanta a quienes representan la poca fe que según ellos queda en el mundo? ¿No sería más lógico dejar morir las últimas pavesas de lo que fue otrora un incendio y hoy son apenas unas brasas humeantes, dispersas y en retirada de la historia?
NADA NUEVO BAJO EL SOL
Nos conviene refrescar la memoria histórica, entre otras cosas para no repetirla y tropezarnos una vez más con ella. Hace veinte siglos que la situación era muy similar a la nuestra y nos la describía San Pablo con palabras que por proféticas, no dejan de sorprendernos hoy, acerca del material del que está hecho el ser humano ante el Evangelio. En su segunda carta al querido Timoteo, compañero de apostolado y ya consagrado obispo de Éfeso, le resume el tema que hoy nos aqueja, como si fuera nuevo: “En los últimos días sobrevendrán tiempos difíciles, porque habrá hombres avaros, egoístas, altivos, orgullosos, maldicientes, rebeldes a los padres, ingratos, impíos, desnaturalizados, desleales, calumniadores, disolutos, inhumanos, enemigos de todo lo bueno, protervos, hinchados, amadores de los placeres más que de Dios, que con apariencia de piedad están lejos de ella” (2Tim,3,1-5)
Pareciera que se trata de las mismas falencias que advertimos a nuestro alrededor, incluyéndonos, por cierto, en algunas de ellas: ¿Quién es perfecto?
Y el mismo Pablo ahonda en el tema, para mayor satisfacción nuestra: “Vendrá un tiempo en que no sufrirán la sana doctrina; antes, deseosos de novedades, se amontonarán maestros conforme a sus pasiones y apartarán los oídos de la verdad para volverlos a las fábulas”. Y ante esta situación tan igual ayer como hoy, Pablo propone la respuesta que viene del Señor y que él ha recibido y que debe transmitir: “Predica la palabra, insiste a tiempo y destiempo, arguye, enseña, exhorta con toda longanimidad y doctrina…Vela en todo, soporta los trabajos, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio”
La misma palabra que cabalgando el tiempo nos acaba de proponía el Papa Benedicto en un encuentro de hombres públicos, con motivo de la 46 Semana Social de los católicos italianos en Reggio Calabria:
“Es necesario que surja una nueva generación de católicos, personas interiormente renovadas que se esfuercen en la actividad política sin complejos de inferioridad. Es necesario reconocer y sostener con fuerza y con hechos la insustituible función social de la familia, corazón de la vida afectiva y relacional, el mejor lugar en que se asegura la ayuda, la atención, la solidaridad, la capacidad de transmisión del patrimonio de valores a las nuevas generaciones”.
Palabra del Papa, palabra de la Iglesia, palabra que viene de Dios, fuerza del evangelio que asegura nuestra fe. ¿Tiempos difíciles? No. Nosotros somos el tiempo. ¿Tiempos sin fe? No. Nosotros somos testigos de todo lo contrario. ¡Animo! Nos lo asegura nuestro jefe: Yo he vencido al mundo. Si permanecéis en mi amor, yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo.