PRINCIPALES DESAFÍOS DE LA IGLESIA EN ÁFRICA

Poco o nada sabemos por estas tierras sudamericanas acerca de África; por algo muchas veces se habla del continente olvidado y algo de cierto tiene. Sólo basta seguir un poco las noticias internacionales que se trasmiten sobre África para darnos cuenta de lo ignorado que es este continente en la opinión pública. 

Si nos hacemos la pregunta aún más específica sobre la historia del cristianismo en África, nos encontraremos aún con un mayor desconocimiento u olvido. A través de este artículo queremos invitar al lector a realizar un breve recorrido por la historia de la evangelización de este continente, ya que la historia de la implantación del Evangelio en tierras africanas resulta muy esclarecedora para comprender las principales dificultades y desafíos actuales no sólo para la Iglesia, sino para todo el continente, llamado el continente del futuro y esperanza para la humanidad.

FASES DE UNA HISTORIA APASIONANTE

 En general se habla de tres fases en la historia de la evangelización del continente africano . Un primer momento que se remonta a la época del nacimiento mismo de la Iglesia en la evangelización de Egipto y de África del Norte. Un segundo momento, constituido por la historia misionera católica-romana de los siglos XV-XVII, a lo largo de las costas occidentales y orientales y en Etiopía. Por último, un tercer momento, correspondiente a la caída de la «muralla» musulmana en el norte de África que incomunicaba el continente negro con el resto del mundo europeo y el “redescubrimiento” del África negra por parte europea a partir del siglo XIX y el renacimiento misionero tras la Revolución Francesa que va desde entonces hasta nuestros días.

Papa Francisco en visita a Kinsasa Fuente Web: elconfidencial.com - Ciro Fusco (EFE)

Desde el siglo II al siglo IV la vida cristiana en las regiones septentrionales de África fue intensísima e iba en vanguardia tanto en el estudio teológico como en la expresión literaria

¿Cómo explicar tanta discontinuidad? ¿Cómo explicar algunas dolorosas extinciones, fracasos e insensibilidades misioneras en algunos períodos? Las preguntas nos llevarían a tener que recorrer sumariamente estos momentos, a señalar algunos condicionamientos y factores con algunas hipótesis de respuesta, dejando numerosas ventanas abiertas. Con todo, tal recorrido excedería los límites que nos hemos trazado en este artículo.

Por otro lado, desde el punto de vista de la geografía humana y cultural no existe una única África, sino muchas “Áfricas”. Así, el África de la Iglesia primitiva pertenece al mundo cultural greco-romano, copto-egipcio y medio oriental. El África “etiópica” pertenece a un mundo muy caracterizado desde el punto de vista cultural, político y geográfico. Nubia (actual Sudán), cultural y políticamente es un mundo en sí y lo mismo se puede decir del mundo subsahariano, dividido en un mosaico de diversas identidades antropológicas, culturales, políticas y sociales. 

La primera fase o etapa evangelizadora corresponde al espléndido florecimiento cristiano de los primeros siglos en Egipto, con sus vivos reflejos en Nubia, en Etiopía y en el África romana. Pero también con la historia dramática de la total extinción de alguna de estas Iglesias y de una dura confrontación con el Islam. 

Catedral de Nuestra Señora de las Victorias Dakar, Senegal Fuente Web: Wikimedia Commons

Desde el siglo II al siglo IV la vida cristiana en las regiones septentrionales de África fue intensísima e iba en vanguardia tanto en el estudio teológico como en la expresión literaria. Nos vienen a la memoria los nombres de los grandes doctores y escritores, como Orígenes, san Atanasio, san Cirilo, lumbreras de la escuela alejandrina, y en la otra parte de la costa mediterránea africana, Tertuliano, san Cipriano, y sobre todo san Agustín, una de las luces más brillantes de la cristiandad.

Por último, respecto a esta primera etapa de evangelización, nos parece importante mencionar a las iglesias que hasta hoy no están en plena comunión con Roma: la Iglesia griega del Patriarcado de Alejandría, la Iglesia copta de Egipto y la Iglesia etiópica, que tienen de común con la Iglesia católica el origen y la herencia doctrinal y espiritual de los grandes Padres y Santos de toda la antigua Iglesia.

La segunda fase o etapa evangelizadora coincide con la exploración de la costa africana por parte de los portugueses, que fue acompañada por la evangelización de las regiones de África situadas al sur del Sahara. 

Este esfuerzo afectaba, entre otras zonas, a las regiones del actual Benín, Santo Tomé, Angola, Mozambique y Madagascar. Después de los primeros misioneros, vinieron muchos más de Portugal y de otros países de Europa, para continuar y ampliar la labor misionera.

Durante este período se erigieron un cierto número de sedes episcopales y en 1518 fue consagrado en Roma, por parte de León X, el hijo del rey del Congo, como obispo titular de Útica, quien llegó a ser así el primer obispo autóctono del África negra. En 1622, el Papa Gregorio XV erigió la Congregación De Propaganda Fide con el fin de organizar y desarrollar mejor las misiones; sin embargo, por diversas dificultades, la segunda fase de la evangelización de África se concluyó de forma dramática en el siglo XVIII, con la extinción de casi todas las misiones en las regiones al sur del Sahara.

El tercer momento comenzó en el siglo XIX, período caracterizado por un movimiento general de renovación cristiana en Europa y de reacción frente a la mentalidad de la cultura iluminista primero, y de liberal-positivista después, que prepara el terreno para un movimiento misionero llevado a cabo por grandes apóstoles y animadores de las misiones africanas. Fue un período caracterizado por el nacimiento de las asociaciones o

sociedades misioneras, fundación de seminarios e institutos misioneros y la orientación misionera ad-gentes de muchas órdenes religiosas antiguas y congregaciones de reciente fundación.

Así como en la evangelización de América en los siglos XVI-XVII, algunas órdenes religiosas de mendicantes y los jesuitas habían llevado la responsabilidad mayor, en el caso de esta nueva etapa contemporánea de la misión africana, tal responsabilidad les tocó a los nuevos institutos nacidos del movimiento misionero. Recordamos aquí algunas fundaciones, cuyos fundadores tendrán un rol decisivo en la evangelización del África contemporánea. 

Entre estos, cabe destacar las figuras del padre Libermann, fundador de la Congregación del Sagrado Corazón de María, dedicada explícitamente a la evangelización de las poblaciones negras; el obispo Mazenod, fundador de los misioneros Oblatos de María Inmaculada, el obispo Melchior de Marion Brésillac, fundador de la Sociedad de las Misiones Africanas; Daniel Comboni, fundador del Instituto misionero comboniano; Arnoldo Jansen, fundador de la Sociedad del Verbo Divino, que en África trabajará en la evangelización de las colonias alemanas, y el cardenal Charles Lavigerie, fundador del Instituto de los Misioneros de África, conocidos como los Padres Blancos, cuya historia coincide con la evangelización de varios países de África.

 

Todos estos institutos y sus fundadores tuvieron sus propias pruebas de fuego: obstáculos ambientales con la muerte de muchos misioneros debido a las enfermedades y fatigas, vida brevísima de los mismos y, a veces, hasta el martirio cruento: ello explica una fuerte espiritualidad del martirio común a todos los fundadores. (“África o muerte”, célebre frase de Daniel Comboni).

Las misiones en África desde la segunda mitad del siglos XIX hasta los años que siguen a la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) se pueden resumir en algunos puntos: progresiva penetración en las zonas interiores; planteamiento de métodos de evangelización donde se intenta la integración del anuncio evangélico con la promoción humana; estudio de las lenguas indígenas, su transcripción gramatical, traducciones de catecismos y de la Sagrada Escritura; alfabetización, desarrollo de las escuelas y de las obras de caridad, formación de catequistas, y primeros seminarios para el clero nativo. Misioneros y exploradores van abriendo camino hacia el interior del Continente. De los

primeros, los más importantes son los Padres Blancos en el norte y Livingstone en toda la mitad sur. Unos y otro hacen gran campaña en Europa en contra del tráfico de esclavos.

Misa en Nigeria “El Futuro de la Iglesia Católica en África” Fuente Web: misionerosafrica.com

En 1868 los Padres del Espíritu Santo crean en Bagamoyo (actual Tanzania) la primera misión del África oriental. Diez años después llegan allí los Padres Blancos y los jesuitas, que pasan a Uganda, donde existía una misión anglicana desde cuatro años antes: de 1885 a 1889 anglicanos y católicos mezclarán su sangre en los martirios de Uganda. Son precisamente los años en los que se consuma el reparto teórico de toda África por los países europeos en la Conferencia de Berlín en 1885.


La Santa Sede va creando vicariatos apostólicos y favoreciendo a las sociedades misioneras y a las Obras de auxilio a las misiones. En 1930 se consagra un obispo etíope católico y en 1939 se consagran

obispos negros en Uganda y en Madagascar; cuatro nuevos obispos africanos en 1952 y a la apertura del Concilio Vaticano II habrá ya 58 obispos africanos y su número crece cada vez con mayor rapidez. A fines de 1969 hay en África 135 obispos africanos (de un total de 325), 32 arzobispos (de un total de 46) y cinco cardenales.

La Santa Sede da directrices concretas sobre los problemas africanos, especialmente en tres documentos: La encíclica Fidei Donum (1957), la encíclica Populorum Progressio (1967) y el mensaje Africae Terrarum, Carta a la jerarquía y a todos los pueblos del África (1967). En 1964, en la Basílica de San Pedro, el papa Pablo VI canonizó a los mártires de Uganda con ocasión de la Jornada Misionera Mundial de 1964 y visitó Uganda entre el 31 de julio y el 2 de agosto de 1969 en el marco de la clausura del Simposio de los obispos de África. Fue la primera visita de un papa de los tiempos modernos al continente africano. 

Juan Pablo II, por su parte, realizó 14 viajes a este continente desde 1980 hasta 1998 visitando en total 43 países distintos y el algunos de ellos en dos o incluso tres ocasiones. Benedicto XVI lo hizo en dos ocasiones, Camerún y Angola en 2009 y Benín en 2011. Actualmente el Papa Francisco ya ha visitado África en cinco ocasiones: Kenia, República Centro Africana y Uganda en 2015; Egipto en 2017; Marruecos en marzo de 2019 y Mozambique, Islas Mauricio y Madagascar en septiembre de ese mismo año y la República Democrática del Congo en 2023.

En las últimas décadas del siglo XX, numerosos países africanos celebraron el primer centenario del comienzo de su evangelización. El crecimiento de la Iglesia en África, de cien años a esta parte, ha sido elocuente, los cerca de 4 millones de católicos que había en 1900 se ha convertido hoy en más de 135 millones (16,5% de la población total de África).

El hecho de que en casi dos siglos el número de católicos en África haya crecido rápidamente constituye por sí mismo un resultado notable desde cualquier punto de vista. Elementos como el sensible y rápido aumento del número de las circunscripciones eclesiásticas, el crecimiento del clero autóctono, de los seminaristas y de los candidatos en los Institutos de vida consagrada y la 

Misa en Nigeria “El Futuro de la Iglesia Católica en África” Fuente Web: misionerosafrica.com

progresiva extensión de la red de catequistas, cuya contribución a la difusión del Evangelio entre las poblaciones africanas es bien conocida confirman la consolidación de la Iglesia en el continente.

BALANCE Y DESAFÍOS PARA LA IGLESIA EN ÁFRICA

Muchos acontecimientos se han vivido en el continente africano, tanto a nivel social como eclesial en este último 

siglo. Algunos muy dolorosos, marcados por conflictos armados y guerras fratricidas en distintos países y regiones del continente; la corrupción, la falta de servicios; el pillaje de los recursos por las elites políticas, malas administraciones e inestabilidad política en muchos estados; catástrofes naturales, la pandemia del VIH/SIDA, la lucha contra la malaria, el Ébola y el COVID-19, entre otros. 

También ha habido acontecimientos que son motivo de esperanza como la reducción de conflictos armados, procesos de paz y reconciliación en varios países y territorios, donde el rol de la iglesia como mediador ha sido clave. La disminución a más de la mitad de la tasa de mortalidad infantil en estos últimos 25 años y el aumento considerable de la esperanza de vida promedio en el continente. 

Lo mismo podemos decir frente a una disminución importante de contagios de SIDA, como también de casos de malaria. Mejoras sustanciales en la reducción de la malnutrición, el acceso al agua potable, el analfabetismo y el acceso a la educación primaria y secundaria.

A nivel eclesial, se ha evidenciado una mayor consolidación y maduración de las iglesias locales y nacionales. La mayoría de las iglesias del África subsahariana celebraron

en este último cuarto de siglo, su primer centenario de evangelización y el clero nativo es mayoría en sus diócesis. Lo mismo podemos decir de los obispos a lo largo de todo el continente. Las más de 20 visitas apostólicas papales en los últimos 30 años, en más de 45 de los 54 países que conforman el continente africano, han sido verdaderos acontecimientos de renovación de la fe y evangelización para las iglesias locales; caminos de encuentro con las demás religiones y espacios de diálogo por la paz y el bien común con las autoridades en los países visitados.

Conviene que nos preguntemos si han perdido vigencia las problemáticas y desafíos vistos durante este breve recorrido por la historia de la evangelización del continente africano. Lo primero que podemos afirmar es que a pesar de estos dos milenos de historia, África sigue siendo el continente del futuro, donde se están jugando las grandes preguntas y retos para la humanidad. Por su historia, su riqueza y diversidad, África, está llamada a ser cada vez más el “pulmón espiritual” de la humanidad.

A modo de conclusión, tres son los principales desafíos que a nuestro juicio podemos resumir para esta hora actual de África. El primero es más teológico y tiene que ver con la importante relación entre fe y cultura. El desafío de la necesaria inculturación del Evangelio del que hablaba Juan Pablo II sigue vigente hoy más que nunca en el continente africano. El cristianismo sólo puede convertirse en africano si está arraigado en el acto existencial de estar en África y desde allí transformar la cultura a la luz del Evangelio.

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